En la microeconomía, la competencia perfecta es una situación de mercado ideal en la que hay un gran número de vendedores y un gran número de compradores. Este escenario favorecería un equilibrio natural en los precios por la relación entre la oferta y la demanda.
También llamada competencia pura, la competencia perfecta es un concepto que no tiene lugar en el mundo real, siendo más un modelo teórico que uno práctico. El sector de las frutas y verduras suele señalarse como el ejemplo más cercano a este modelo.
En un mercado de competencia perfecta, la tendencia es que, a largo plazo, los ingresos de las empresas corresponden a su coste total.
Este coste total incluye el coste de oportunidad, que es la remuneración del empresario, también llamado beneficio normal. El beneficio normal sería la rentabilidad media del mercado, que corresponde a lo que el empresario habría ganado si hubiera optado por invertir su dinero en otra actividad. Por lo tanto, el mercado de la competencia pura evita el llamado beneficio extra o extraordinario, que es la disparidad entre ingresos y costos.
Competencia perfecta en el mercado
En una situación de competencia perfecta, el número de vendedores y consumidores tendría que ser lo suficientemente grande como para que ningún actor del mercado pudiera influir por sí solo en su equilibrio.
Así, si un vendedor bajara o subiera deliberadamente su precio, este movimiento no tendría ninguna influencia en la dinámica del mercado en su conjunto. La reducción del precio a valores inferiores a los practicados terminaría con el fin de las existencias de ese vendedor, mientras que el aumento haría que el consumidor migrara inmediatamente a otras marcas.
Además, para que haya una competencia perfecta, los productos ofrecidos tendrían que ser similares. No podía haber diferenciación en la calidad, el empaquetado o los servicios asociados, como por ejemplo los de posventa. Esto significa que los consumidores siempre encontrarán opciones similares para reemplazar su compra.
El mercado también tendría que ser permeable, es decir, totalmente abierto a nuevos competidores. Por último, debe verificarse la libre circulación de información, incluso sobre beneficios y precios. En este sistema, el hecho de que una empresa obtenga beneficios muy altos pronto atraerá a nuevos competidores al mercado, obligando a esa empresa a reducir sus ganancias.
Competencia perfecta en el mercado de insumos
La estructura competitiva perfecta no sólo se aplica al mercado de bienes y servicios. También se puede pensar en el mercado de los factores de producción, que son el conjunto de elementos indispensables para un proceso de producción, como la mano de obra y los recursos naturales.
En un mercado de factores de producción con una competencia perfecta, habría, por ejemplo, una abundante oferta de mano de obra y proveedores, lo que haría que los precios de estos factores fueran constantes para las empresas.
Tipos de mercado
El mercado competitivo perfecto se opone a otros tipos de mercado más comunes en el mundo real, como el monopolio y el oligopolio. El monopolio corresponde a una situación en la que hay un solo vendedor que, por su exclusividad, tiene el poder de dictar sus precios. En el oligopolio, que es una estructura de mercado concentrada en unas pocas empresas, existe el riesgo de que los vendedores combinen los precios.
Otra situación más común es la llamada competencia monopolística, una estructura intermedia entre la competencia pura y el monopolio. Se caracteriza por tener un número relativamente grande de vendedores, pero que comercializan productos diferenciados. Cada uno tiene un nicho particular, con cierto margen para fijar los precios. Sin embargo, este margen no es infinito, porque el consumidor puede optar por productos sustitutivos.
Los desequilibrios en las estructuras del mercado también pueden verse desde el punto de vista del consumidor. En el monopsonio, hay un solo comprador para muchos vendedores de insumos o servicios. En una lógica similar, el oligopsonio corresponde a un mercado con pocos compradores. En ambos casos, estos compradores tienen el poder de negociar precios más ventajosos, en detrimento de los intereses y necesidades de los vendedores.